"Yo no parí hijos para la guerra"
- Paula Seijo
- 1 jul 2019
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 1 jul 2019
Un análisis histórico y personal sobre la configuración de los Movimientos Feministas y de Mujeres en Colombia: Retrospectiva y Agenda.
Escribe Enrique Molano Santos en El siglo XX colombiano: Cien años de progreso asombroso y de violencia sin fin que ningún siglo generó tantos cambios y vicisitudes en la vida colombiana como el siglo XX, el siglo contradictorio de la paz y la violencia (Santos Molano, 2017). En los años 20, la economía creció, aumentaron las exportaciones cafeteras y la explotación petrolera, dando lugar a un desarrollo de la infraestructura vial, a la expansión manufacturera y por ende, a la organización de los trabajadores (Villareal Méndez). Aquí, se vislumbran los primeros pasos en los movimientos de mujeres, con la organización en 1920 de la huelga de las obreras del Fabricato (Antioquia) liderada por Betsabé Espinoza y que acabó logrando un 40% de suba salarial (G. Luna). Tras la masacre de las bananeras en 1928, siguió un periodo de movilización social obrera, de intentos de creación de movimientos de izquierda, confederaciones sindicales y movimientos campesinos e indígenas por la tierra. De estos reclamos por la tierra y la soberanía indígena, liderados por Quintín Lame - líder de la primera guerrilla indígena de América Latina - hizo parte en mayo de 1927 un manifiesto sobre los Derechos de la Mujer Indígena en Colombia[1], firmado por 14 mil mujeres Lamistas en el que narran su condición de opresión en aquel contexto social y político, al igual que muestran su papel en el movimiento de reivindicación de la tierra (Villareal Méndez). Estaban llegando a Colombia los ecos de la revolución feminista de otras latitudes respecto a los derechos políticos, el acceso a educación, salud y las condiciones de trabajo de las mujeres.
En Colombia, y durante 3 décadas (1930-1957) se pueden detectar signos en la prensa de la existencia de un ”movimiento” de mujeres en torno al voto y otros derechos civiles. Por ejemplo, el Correo Liberal publicaba en 1918 un aviso titulado La Mujer Esclava en el que se transcribía el artículo 182 del Código Civil, según el cual ”la mujer casada no podía sin autorización del marido, celebrar contrato, aceptar herencia, donación, adquirir, enajenar, hipotecar o empeñar algún bien” (Villareal Méndez). Esta situación que califican de ”esclavitud” y su reivindicación de ”compañera y no sierva”, ese grito de emancipación que reclaman es la primera toma de conciencia feminista en el sufragio (G. Luna). La potestad marital se aboliría en 1932 con la Ley 28 o de Capitulaciones Matrimoniales (Villareal Méndez). Una vez logrado este primer derecho - la administración de sus bienes - las mujeres se centrarían en el voto y el acceso a la educación superior. Mientras que el primero tendría que esperar unos años, en 1933 por el decreto 1972, las universidades abrían sus puertas a las mujeres. Por otra parte, el voto no se conseguiría en la década de los 40 durante los años de la modernización industrial y social de López Pumajero - ”la revolución en marcha” - tal y como se podría esperar de un gobierno liberal y con la lucha más intensa del movimiento, sino en 1954 bajo la dictadura de Rojas Pinilla y después de pasar por 11 proyectos de ley (G. Luna). Escribía Ofelia Uribe de Acosta en aquel momento: ”Curioso es que en muchos países de América Latina los derechos ciudadanos hayan sido otorgados a la mujer por dictadores: así sucedió en Ecuador, Brasil, Argentina, Perú, Panamá y recientemente Paraguay” (Uribe, 1963). En 1957, el año del plebiscito que daría paso al período del Frente Nacional entre liberales y conservadores para acabar con la época llamada ’La violencia’; las mujeres colombianas votaban por primera vez (Uribe, 1963). Después de la obtención del voto, la militancia feminista se diluiría y no sería hasta la década de los 70 - con el feminismo de segunda ola - cuando volvería a despertar de nuevo en el país.
En 1974, Colombia veía por primera vez a una mujer en la contienda electoral por la Presidencia, con María Eugenia Rojas, quien obtuvo el 9.4% de la votación (Sentiido, 2017). Esta década daba paso a una segunda ola de movilizaciones y a varios logros importantes en el avance de los derechos de las mujeres en el país. Bajo el gobierno de Alfonso López Michelsen (1974-1978) se aprobó el decreto 2820 declarando la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, igualmente adjudicó el Ministerio de Trabajo a María Elena Crovo, una cartera tradicionalmente ’masculina’ y nombró a 6 mujeres gobernadoras regionales (Sentiido, 2017). En 1981 se organiza el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Bogotá, de cuyo mandato surge la creación de un centro de documentación sobre mujeres y fijar el 25 de noviembre como el "Día de la no violencia contra las mujeres" (Sentiido, 2017). En este encuentro se evidenciaron también las tensiones internas del movimiento feminista, entre aquellas que practicaban la ’doble militancia’ (feminismo y la izquierda) y aquellas que abogaban por el feminismo como una propuesta exclusiva de vida, más que como una estructura partidista política. En esta ola, donde las mujeres comenzaron a politizar sus cuerpos y a liberar el ejercicio de su sexualidad, el país sufría una incipiente confrontación armada, con políticas contra-insurgentes y una agudización de las violencias, cuyo principal escenario fueron justamente los cuerpos de las mujeres.
La tercera ola del feminismo, llegó en los 90 con un recrudecimiento del conflicto armado y una nueva Carta Constitucional (1991) que consagraba algunas de las propuestas feministas: derecho a la igualdad y no discriminación, la participación de las mujeres en la administración pública, igualdad en la familia, no violencia en la familia, protección de mujeres cabeza de hogar o la separación Iglesia y Estado (Sentiido, 2017). Esta nueva Constitución consagró ”la igualdad para las mujeres en su texto, pero que no solucionó el conflicto social, político y armado del país, en medio de una efervescencia política en la que guerrillas, paramilitares y fuerza pública se disputaban el control territorial” (Rodríguez Gómez, 2017). Así, tras la nueva Constitución, nacía la Red Nacional de Mujeres, y otras organizaciones como la Casa de la Mujer o Sisma Mujer comenzaron a orientar sus luchas hacia ”la participaron en grandes procesos de reforma legal como la ley contra la violencia intrafamiliar (1996), la ley de cuotas (2000), el protocolo de la CEDAW (1999), el apoyo al litigio contra la prohibición del aborto (2006) y la ley de violencia contra las mujeres (2007)“ (Sentiido, 2017). Muchos movimientos de mujeres y feministas comenzaron a especializarse en la reivindicación de la paz y la exigencia a la salida política y negociada del conflicto, y a construir discursos y prácticas en torno a ese objetivo. El gran logro de esta etapa puede ubicarse en el momento de la firma del Acuerdo Final en La Habana (2016), en el cual las mujeres tuvieron importantes índices de participación e incidencia - no como negociadoras - pero sí como sociedad civil, permitiendo la creación de la Sub-Comisión de Género para el posicionamiento de los asuntos de las mujeres y del enfoque de género en los Acuerdos de Paz (Rodríguez Gómez, 2017). Actualmente, las mujeres continúan en la defensa de la implementación de los Acuerdos de Paz, los mecanismos de Justicia Transicional y la lucha por la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición. Es importante señalar la defensa que los movimientos feministas y de mujeres han encabezado por la lucha anti-militarista, pacifista y el replanteamiento del orden social y la Paz, como algo intrínsecamente ligado al avance de sus derechos en otras áreas socio-políticas. En mi opinión, este constituye un elemento distintivo del feminismo colombiano respecto a los feminismos de otras latitudes, y por el que es acuñado por algunos teóricos como un feminismo pacifista.
Hoy, la composición de los movimientos de mujeres es de una gran diversidad, tanto con organizaciones de carácter nacional, como organizaciones que han ido creciendo y aumentando su área de influencia a nivel regional, en contra de la lógica centralista del país. A nivel nacional, se pueden encontrar movimientos como los que encabeza la Red Nacional de Mujeres, el Movimiento de Mujeres Por la Paz, Humanas, Sisma Mujer, Casa de la Mujer o la Ruta Pacífica de Mujeres. Sin embargo, la lógica descentralizadora y las propias divisiones internas dentro del movimiento de mujeres y el feminismo, han permitido el afloramiento de movimientos regionales como son la Alianza de Mujeres Tejedoras de Vida del Putumayo, la Organización Femenina Popular de Santander, la Red de Mujeres Chocoanas, Mesa de Mujeres del Huila, entre otras muchas. El feminismo actual se mueve entre una linea insurgente y contestataria - encabezada por las organizaciones de mujeres reincorporadas a la vida civil - FARC - y una linea más legalista o cercana al Estado. La agenda persigue el empoderamiento social, político y económico de las mujeres, la defensa de los Derechos Humanos y los Derechos de las mujeres, y la implementación de los mecanismos de justicia transicional y los Acuerdos de Paz. Son numerosos los esfuerzos de las mujeres también, en áreas como son la defensa de los derechos territoriales, el agua y los recursos naturales con un enfoque ecofeminista, o la memoria histórica, la verdad, la justicia y la reparación a las víctimas del conflicto, quienes fueron en su mayoría mujeres y niñas/os, jóvenes y adolescentes (NNAJ).
Igualmente, los movimientos de mujeres y feministas hoy enfrentan altas dosis de estigmatización y persecución hacia su liderazgo por grupos armados al margen de la ley, especialmente en las regiones largamente afectadas por el conflicto armado. La defensa de su liderazgo, así como la defensa de su derecho a una vida libre de violencia contra las mujeres - ante la actual oleada de feminicidios y violencia contra las mujeres en el país - son algunos de los puntos transversales en las agendas de los movimientos nacional y/o regionales. Es importante señalar, - y por opinión personal - que las antiguas divisiones dentro del movimiento persisten y debilitan su accionar a nivel regional y nacional. Partidarias de la doble militancia, del feminismo apartidista, la inclusión en sus bases de las mujeres Farianas - antiguas excombatientes -, así como la articulación de agendas con los movimientos de mujeres diversas - LGTBIQ+ son a día de hoy algunos de los talones de Aquiles del movimiento de mujeres a nivel nacional y regional. Es urgente la construcción de un feminismo diverso, con capacidad para narrar y acoger las diferentes narraciones de las mujeres, más allá de las mujeres - víctimas del conflicto y mujeres - victimarias, mujeres que apoyan la Paz y mujeres que en su momento también se decidieron por la lucha armada para la transformación de un sistema opresivo, injusto y patriarcal. Un feminismo en el que quepan todas las voces y en el que se transformen las lógicas de trabajo, patriarcales y herencia de la guerra, las dinámicas ”competitivas” por otras más ”colaborativas”. Un feminismo que supere las antiguas tiranteces y lógicas del conflicto para ser verdaderamente inclusivo, diverso y horizontal.
[1] ”Y de los vientres del sexo femenino indígena nacerán nuevas flores de inteligencia y vestidas de riqueza se unirán para formar un jardín glorioso en medio del país colombiano, que llamará la atención en general a toda la civilización de explotadores, calumniadores, usureros y ladrones, quienes han desterrado de los bosques, las llanuras y de las selvas a nuestros primogénitos, padres, hermanos, hijos y esposos; engañándolos con licores alcohólicos, es decir alcoholizándoles los sentidos y conocimientos para poderlos despojar de sus hogares, de sus cultivos y de sus tierras. Y para decir de acuerdo con las autoridades de los catorce departamentos del país colombiano «los indios me vendieron»; y presentan falsos documentos y escrituras, todo hecho por medio de la sabienda y el engaño.” fragmento de El Derecho de la mujer indígena en Colombia, disponible en ”Manifiesto de 14 mil mujeres Lamistas, mayo 1927” de Yeny Pino en www.kavilando.org.
- G. Luna, L. (n.d.). Los Movimientos de Mujeres: Feminismo y Femineidad en Colombia (1930-1943). pág. 7.
- Rodríguez Gómez, É. (2017). Del feminismo sufragista al insurgente: la rebeldía de las mujeres como clave para la Paz en Colombia.
- Santos Molano, E. (2017). El siglo XX colombiano: Cien Años de progreso asombroso y de violencia sin fin. Red Cultural el Banco de la República en Colombia. Bogotá: Banrepcultural.
- Sentiido. (2017, Oct 05). Feminismo en Colombia: una historia de triunfos y tensiones.
- Uribe, O. (1963). Una Voz Insurgente. 222.
- Villareal Méndez, N. (n.d.). Movimientos de Mujeres y Participación Política en Colombia (1930-1991). Consultado 03 08, 2019 en Biblioteca Digital Universidad Nacional de Colombia: bdigital.unal.edu.co/40123/1/Movimientosdemujeresyparticipaciónpolítica.pdf
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